Faetón, hijo de Helios, el dios del sol, y de la oceánide Climene, es una figura prominente en la mitología griega. Su historia, llena de aventura y tragedia, es un relato cautivador que ha sido transmitido a través de generaciones.
Faetón creció en Egipto, bajo la atenta mirada de su madre, la ninfa marina Climene. Durante su juventud, su amigo Epafo cuestionó su linaje divino, afirmando que no era hijo del dios del sol y que su madre le había engañado sobre su origen. Climene, sin embargo, juró a su hijo que era cierto y le indicó dónde podría encontrar a su padre.
El encuentro con Helios
Intrépido, Faetón emprendió un viaje para buscar a su padre. Finalmente, llegó a su deslumbrante palacio en la parte oriental del mundo, que estaba lujosamente decorado con oro, plata y marfil. Helios le dio una cálida bienvenida y Faetón le pidió una prueba irrefutable de su paternidad. Helios, jurando por la laguna Estigia que llevaba al mundo de los muertos, prometió concederle a su hijo cualquier deseo. Entonces, el joven le pidió montar en su cuadriga y recorrer los cielos durante un día.
El viaje de Faetón
Helios lamentó haber hecho la promesa, pero ya no podía retractarse. Le aconsejó a Faetón que tuviera cuidado, ya que se exponía a sí mismo y al mundo a un gran peligro. Sólo Helios, y no incluso Zeus, sabía cómo dirigir su cuadriga y los caballos que la llevaban. Pero Faetón, entusiasmado, no quiso escuchar a su padre y éste le cedió la cuadriga.
Los cuatro caballos que despedían fuego fueron enjaezados y Helios le pidió a su hijo que no les dejase correr en exceso, ni volar demasiado bajo o demasiado alto. Sin embargo, Faetón perdió el control de las riendas inmediatamente después de partir y la cuadriga se desvió, causando el pánico entre las constelaciones del firmamento.
El desastre de Faetón
Poco a poco, la cuadriga se aproximó a la superficie de la tierra, abrasando ciudades, países y montañas. Los ríos se secaron, se formaron los desiertos y la piel de los etíopes se oscureció. Gaya, la madre tierra, sufrió una dolorosa agonía y pidió ayuda a Zeus. El rey de los dioses sabía que había que intervenir rápido y derribó al auriga con uno de sus rayos.
Faetón cayó al río Eridano, que más tarde sería conocido como el Po, y murió. Las ninfas lo enterraron y en su lápida se grabó una inscripción que decía: “Aquí yace Faetón, que hizo el viaje por el sol, retó a todos, aunque la debilidad le traicionó”.
El luto por Faetón
Helios se entristeció mucho al oír que su hijo había muerto y, como consecuencia, la tierra pasó un día en penumbra. Climene vagó por el mundo desconsolada y las hermanas del difunto se convirtieron en árboles que producían ámbar. El amigo y pariente de Faetón, Cieno, se convirtió en cisne por la pena y empezó a lamentarse en lo que hoy se conoce como “canto del cisne”.