Las Moiras o tres Fates para los romanos determinaban el destino de los mortales. Eran las tres diosas del destino y se pensaba que eran hijas de Zeus y la diosa Temis, personificación del bien y del orden.
Las tres diosas, a las que siempre se representaba como solteras, se llamaban Cloto (la Hilandera), Laquesis (la Distribuidora) y Átropos (la Inevitable) . Cloto hacía girar el hilo de la vida de los humanos, Laquesis decidía la longitud de la vida y Átropos cortaba el hilo cuando a la persona le llegaba la hora. Según otra versión, sólo había una diosa del destino que era hija de Nix, la diosa de la noche.
Nunca ha quedado clara la división de poder entre Zeus y las Moiras. Se tiene la impresión de que Zeus, a pesar de su inmenso poder, no siempre podía intervenir en las cuestiones del destino. Homero describe cómo el dios no podía soportar que su amado hijo Sarpedón tuviera que atenerse al destino que se manifestaba en la forma del héroe griego Patroclo y, aunque consideró intervenir, su esposa Hera le dijo que a los otros dioses no les gustaría. Así, Zeus tuvo que resignarse y hacerse a la idea de que su amado hijo moriría en la batalla.
Pero hay otros ejemplos en la Ilíada de cómo Zeus sí intervenía en otras ocasiones en la vida de los humanos: «[…] entonces el padre de los dioses sacó su balanza y en cada plato puso el destino de la muerte dolorosa que se cernía sobre los troyanos y la de los griegos protegidos por el bronce. El día fatal de los griegos cayó sin remisión».
Las Moiras y Apolo
Por ejemplo, Apolo cambió en cierta ocasión el destino engañando a las Moiras para evitar la muerte de su amigo Admeto. Las tres diosas quedaron muy disgustadas y exigieron que otra persona fuese sacrificada en su lugar, para lo cual sólo la esposa de Admeto, Alcestis, estaba preparada.
La Moiras jugaron un papel importante en la historia de Meleagro. Poco después de su nacimiento, arrojaron una rama en el lugar donde había llegado al mundo y su madre les oyó decir: «Tú, recién llegado, recibe de nosotras la misma vida que este trozo de madera». Altea recogió la rama y la guardó con mucho cuidado durante años, hasta que, tiempo después, cuando Meleagro creció y mató a los hermanos de su madre, ésta se vengó arrojando al fuego la rama que había guardado tras pelearse con su hijo, que prácticamente murió al instante. En este caso las Moiras habían delegado su autoridad en Altea.