Después de haber hecho a los seres humanos, los dioses se reunieron para observar su obra. Viendo que sus criaturas parecían tristes, se dijeron:
— Debemos hacer algo para que los seres humanos disfruten de la vida y también nos alaben, canten y bailen.
Entonces, Ehécatí, el dios del viento, que era una de las formas que adoptaba Quetzalcóatl, pensó que tal vez los hombres se alegrarían si él podía regalarles alguna bebida embriagante. Cavilando sobre cómo le sería posible llevar a la práctica su idea, recordó una diosa que tal vez pudiera ayudarlo.
La diosa del maguey y el pulque
Era Mayahuel, la diosa del maguey y del pulque, imagen de los magueyes, que fue la primera en agujerear estas plantas para sacar la miel con la que se hace el vino. De su ombligo o centro salieron los aztecas, sus hijos, y en su zumo, el aguamiel, vieron éstos la leche materna. Tenía cuatrocientos pechos para alimentar a sus otros tantos hijos, los Centzon Totochtin, los «Cuatrocientos conejos», que eran los dioses de la embriaguez adorados en los diferentes pueblos de la Altiplanicie y que derivaban sus nombres de las tribus de las que eran patronos. A veces aparecía amamantando a un pescado y sus cuatrocientos pechos eran las estrellas del cielo nocturno o «tierra de los peces preciosos», el Tamoanchan celestial.
Ehécatí fue entonces a buscar a la diosa Mayahuel y la encontró dormida junto a su abuela Tzitzímil, que estaba a cargo de su custodia.
— Despiértate, vengo a llevarte conmigo al mundo. Necesito tu ayuda — le dijo a la diosa.
— Vamos pues — respondió ella, aceptando inmediatamente la propuesta.
Descenso a la Tierra
Con mucho cuidado, a fin de no despertar a la abuela, ambos descendieron del cielo a la tierra . Ehécatl llevaba a Mayahuel sobre sus hombros. Al llegar a la superficie terrestre, los dos se transformaron en un árbol del que brotaron dos ramas: una, «sauce de quetzal», era la del dios del viento, la otra, «árbol de flores», era la de la diosa del maguey.
Mientras tanto, la abuela de Mayahuel se había despertado y alarmado mucho al darse cuenta de la ausencia de su nieta. Sin perder tiempo pidió ayuda a otras diosas, que también se llamaban Tzitzímil, y todas bajaron a la tierra en busca de Ehécatl. En ese mismo momento, las dos ramas del árbol se quebraron, cayendo al suelo. Tzitzímil reconoció inmediatamente a su nieta y, tomándola firmemente, la rompió en varios trozos que entregó a sus compañeras para que los comieran. Hecho ésto, las diosas arrojaron el resto y regresaron al cielo.
Creación del maguey
Sin embargo, nadie había reparado en la rama «sauce de quetzal», que quedó sobre el suelo. Tan pronto como las diosas se fueron, Ehécatl tornó a su forma original y enterró los huesos de Mayahuel que habían sido abandonados. Poco después brotó de ellos la planta del metí, maguey, cuyas hojas y espinas tienen numerosas aplicaciones, y de la que se obtiene una bebida embriagante, el octli o pulque.